¡Pero Alá es más grande!
¡Pero Alá es más grande!
Francisco Javier Chaín Revuelta
Miles de publicistas del mundo se han beneficiado del genio de Saddam Hussein y no dejan de repetir y exclamar en sus anuncios (sin pagar derechos) aquel gran grito de guerra que en defensa de su país contra el asesino invasor exclamó el Padre de la Patria de Irak. El Gran Sadam Hussein ante la fuerza bruta del cruel imperio estadounidense, con la cara en alto, con la dignidad de un jefe de estado, con esa dignidad (que han perdido mandatarios de toda nación) con la mirada firme, con la cara en alto, anunció al mundo ¡La madre de todas las batallas! ¡Alá Akbar! ¡Alá es más grande que los opresores!
Podemos imaginar el día que el ejercito invasor estadounidense se metió hasta la capital de los Estados Unidos Mexicanos y arrasó hasta con los niños de Chapultepec. Aquellos gringos de aquella época con menos crueldad no condenaron a nuestros gobernantes a la horca por defender su patria, se conformaron con más de la mitad del territorio del país, que hasta el momento, ningún patriota (un soldado en cada hijo te dio) se atreve aún a reclamar, a pesar de haber sido un claro robo que merece que retiemble en su seno la tierra.
También podemos narrar aquí otros macabros cimientos del imperio estadounidense : la masacre de millones de indígenas, el robo de sus tierras y, acto seguido, el secuestro y la esclavitud de millones de negros de Africa para trabajar esa tierra. Miles murieron en los mares al ser transportados en barco, como ganado, entre un continente y otro. El genocidio y la esclavitud proveen los fundamentos económicos y sociales de esa nación cuyos valores fundamentales, según ellos, rechazan el odio, los asesinos y el mal.
¿Cómo ha sobrevivido Estados Unidos a su terrible pasado y emergido queriendo oler a San Rafael Guizar y Valencia? No ha sido reconociendo su responsabilidad, ni a través de reparaciones, ni pidiendo perdón a los negros estadounidenses o los nativos, ni, por supuesto, cambiando sus modales sino exportando sus crueldades. Cuando Hitler llevaba a cabo su programa genocida contra los judíos, los funcionarios estadounidenses le negaron la entrada a los refugiados que huían de Alemania. Estados Unidos entró a la guerra después de que los japoneses bombardearon Pearl Harbor. Ahogado por ruidosos hosannas, está el acto más barbárico, de hecho, el acto más brutal que el mundo ha presenciado: el lanzamiento de la bomba atómica sobre las poblaciones civiles en Hiroshima y Nagasaki. La guerra ya casi había terminado. Los cientos de miles de japoneses que murieron, los incontables más que sufrieron de cáncer durante generaciones venideras, no eran una amenaza a la paz mundial. Eran civiles. Así como las cientos de miles de personas que murieron en Irak a causa de las sanciones encabezadas por Estados Unidos eran civiles. El bombardeo de Hiroshima y Nagasaki fue un frío, calculado experimento llevado a cabo para demostrar el poder de Estados Unidos. En aquel momento, el presidente Truman lo describió como "el mayor evento en la historia". ¿Habría que haber ahorcado a este genocida Truman? A que seguirle. Podríamos llenar El Mundo entero hasta el fin de su historia sólo narrando los asesinatos de los estadounidenses. ¿Debemos acaso ahorcar a los Bush genocidas? ¿Don Benedicto y Norberto pedirán amor por ellos? fjchain@hotmail.com
Podemos imaginar el día que el ejercito invasor estadounidense se metió hasta la capital de los Estados Unidos Mexicanos y arrasó hasta con los niños de Chapultepec. Aquellos gringos de aquella época con menos crueldad no condenaron a nuestros gobernantes a la horca por defender su patria, se conformaron con más de la mitad del territorio del país, que hasta el momento, ningún patriota (un soldado en cada hijo te dio) se atreve aún a reclamar, a pesar de haber sido un claro robo que merece que retiemble en su seno la tierra.
También podemos narrar aquí otros macabros cimientos del imperio estadounidense : la masacre de millones de indígenas, el robo de sus tierras y, acto seguido, el secuestro y la esclavitud de millones de negros de Africa para trabajar esa tierra. Miles murieron en los mares al ser transportados en barco, como ganado, entre un continente y otro. El genocidio y la esclavitud proveen los fundamentos económicos y sociales de esa nación cuyos valores fundamentales, según ellos, rechazan el odio, los asesinos y el mal.
¿Cómo ha sobrevivido Estados Unidos a su terrible pasado y emergido queriendo oler a San Rafael Guizar y Valencia? No ha sido reconociendo su responsabilidad, ni a través de reparaciones, ni pidiendo perdón a los negros estadounidenses o los nativos, ni, por supuesto, cambiando sus modales sino exportando sus crueldades. Cuando Hitler llevaba a cabo su programa genocida contra los judíos, los funcionarios estadounidenses le negaron la entrada a los refugiados que huían de Alemania. Estados Unidos entró a la guerra después de que los japoneses bombardearon Pearl Harbor. Ahogado por ruidosos hosannas, está el acto más barbárico, de hecho, el acto más brutal que el mundo ha presenciado: el lanzamiento de la bomba atómica sobre las poblaciones civiles en Hiroshima y Nagasaki. La guerra ya casi había terminado. Los cientos de miles de japoneses que murieron, los incontables más que sufrieron de cáncer durante generaciones venideras, no eran una amenaza a la paz mundial. Eran civiles. Así como las cientos de miles de personas que murieron en Irak a causa de las sanciones encabezadas por Estados Unidos eran civiles. El bombardeo de Hiroshima y Nagasaki fue un frío, calculado experimento llevado a cabo para demostrar el poder de Estados Unidos. En aquel momento, el presidente Truman lo describió como "el mayor evento en la historia". ¿Habría que haber ahorcado a este genocida Truman? A que seguirle. Podríamos llenar El Mundo entero hasta el fin de su historia sólo narrando los asesinatos de los estadounidenses. ¿Debemos acaso ahorcar a los Bush genocidas? ¿Don Benedicto y Norberto pedirán amor por ellos? fjchain@hotmail.com
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