Othón Arróniz
Othón Arróniz
Francisco Javier Chaín Revuelta
Cuando existe intensa actividad política surge la Historia. Explica el presente efecto. Reviven antiguos autores desde Hammurabi, Aristóteles o el Maquiavelo que inaugura la modernidad. Esta nota no trata ensayos del Dr. Arróniz sobre Niccoló Machiavelli, sólo menciona el acercamiento que tuvo con El Arte de la Guerra y con la Comedia Italiana.
La nota también quiere darse el recreo de la memoria, pasear sobre aquellos abandonos que de vez en vez se permiten los seres humanos y que por Gracia de Alá, son los goces de la memoria. Para el gozo se cruza la tarde. A la izquierda del volcán queda el ocaso sobre la terraza cordobesa. La reunión, el aroma de la bebida, la figura gentil del maestro Arróniz, la constancia de su cortesía, la voz segura y alegre explica la influencia del “Arte della Guerra” de Maquiavelo sobre Iberia. Del grupo, uno más actor que estudiante, escucha atento porque pronto representará un personaje de la “Mandragola” una de las dos comedias del florentino.
Arróniz gira la charla, la aleja de la comedia, la reunión se anima cuando afirma el problema político como el centro del pensamiento de Maquiavelo. El viejo problema de cómo constituir un nuevo estado. Destaca que para la instauración de un estado son importantes las virtudes de un individuo y para la conservación del estado son importantes las cualidades del pueblo. Aclara con pertinencia sobre el concepto de “virtud” en Maquiavelo, muy alejado del significado que le atribuye lo cristiano y cercano al significado de capacidad y fuerza que le atribuyen los antiguos. Arróniz resume la aportación renacentista de “Il Principe” a la política en que para conseguir el éxito, quien quiere fundar un nuevo estado deberá emplear su fuerza y su astucia sin dejarse entorpecer por escrúpulos morales.
Regresa Arróniz la memorable charla y la anochecida tarde hacia una de sus tesis, la de la Comedia de Sepúlveda y los intentos de comedia erudita, de sus acercamientos al manuscrito (1550) procedente del Reino de León. Para responder críticamente a los interrogantes que plantea –informa- se encuentran tanto la identificación del autor como el descubrimiento de la circunstancia socio-cultural en que apareciera esta obra. Arróniz da por seguro que el autor no pudo ser Juan Ginés de Sepúlveda y reconoce en la Comedia de Sepúlveda una de las obras más cercanas a las comedias renacentistas italianas, la califica como la versión libre de Il Viluppo (El Enredo) de G. Parabosco. Al resolver Arróniz el problema de las fuentes reconociendo la hermandad entre la Comedia de Sepúlveda y la comedia renacentista italiana, nos encontramos con que la pieza de Sepúlveda es una comedia erudita como las así llamadas en la Italia del Cinquecento que, por otra parte, se ofrece al público sevillano-español como un modelo de quehacer dramático.
Hasta aquí Arróniz es erudita presencia y charla grata. Más allá, Arróniz es sus libros: “La influencia italiana en el nacimiento de la comedia española”, “El despertar científico en América: La vida de Diego García de Palacio: documentos inéditos del Archivo de Sevilla”, "Alfonso de Ulloa, servidor de don Juan Hurtado de Mendoza", “El Tratado de Córdoba”, “Yanga”, “Teatro de evangelización en Nueva España”, etc. y etc. Y más allá de allá, Arróniz es, con sus amigos, la huella de este gran diario “El Mundo” fjchain@hotmail.com
La nota también quiere darse el recreo de la memoria, pasear sobre aquellos abandonos que de vez en vez se permiten los seres humanos y que por Gracia de Alá, son los goces de la memoria. Para el gozo se cruza la tarde. A la izquierda del volcán queda el ocaso sobre la terraza cordobesa. La reunión, el aroma de la bebida, la figura gentil del maestro Arróniz, la constancia de su cortesía, la voz segura y alegre explica la influencia del “Arte della Guerra” de Maquiavelo sobre Iberia. Del grupo, uno más actor que estudiante, escucha atento porque pronto representará un personaje de la “Mandragola” una de las dos comedias del florentino.
Arróniz gira la charla, la aleja de la comedia, la reunión se anima cuando afirma el problema político como el centro del pensamiento de Maquiavelo. El viejo problema de cómo constituir un nuevo estado. Destaca que para la instauración de un estado son importantes las virtudes de un individuo y para la conservación del estado son importantes las cualidades del pueblo. Aclara con pertinencia sobre el concepto de “virtud” en Maquiavelo, muy alejado del significado que le atribuye lo cristiano y cercano al significado de capacidad y fuerza que le atribuyen los antiguos. Arróniz resume la aportación renacentista de “Il Principe” a la política en que para conseguir el éxito, quien quiere fundar un nuevo estado deberá emplear su fuerza y su astucia sin dejarse entorpecer por escrúpulos morales.
Regresa Arróniz la memorable charla y la anochecida tarde hacia una de sus tesis, la de la Comedia de Sepúlveda y los intentos de comedia erudita, de sus acercamientos al manuscrito (1550) procedente del Reino de León. Para responder críticamente a los interrogantes que plantea –informa- se encuentran tanto la identificación del autor como el descubrimiento de la circunstancia socio-cultural en que apareciera esta obra. Arróniz da por seguro que el autor no pudo ser Juan Ginés de Sepúlveda y reconoce en la Comedia de Sepúlveda una de las obras más cercanas a las comedias renacentistas italianas, la califica como la versión libre de Il Viluppo (El Enredo) de G. Parabosco. Al resolver Arróniz el problema de las fuentes reconociendo la hermandad entre la Comedia de Sepúlveda y la comedia renacentista italiana, nos encontramos con que la pieza de Sepúlveda es una comedia erudita como las así llamadas en la Italia del Cinquecento que, por otra parte, se ofrece al público sevillano-español como un modelo de quehacer dramático.
Hasta aquí Arróniz es erudita presencia y charla grata. Más allá, Arróniz es sus libros: “La influencia italiana en el nacimiento de la comedia española”, “El despertar científico en América: La vida de Diego García de Palacio: documentos inéditos del Archivo de Sevilla”, "Alfonso de Ulloa, servidor de don Juan Hurtado de Mendoza", “El Tratado de Córdoba”, “Yanga”, “Teatro de evangelización en Nueva España”, etc. y etc. Y más allá de allá, Arróniz es, con sus amigos, la huella de este gran diario “El Mundo” fjchain@hotmail.com